Si alguna vez llegaís a ver un rebaño de terneros
salvajes, desenfrenados por el capricho, o una horda loca
de potrancos bravíos en endiablados saltos
relinchando impedidos por natural calor de la sangre,
haced que llegue a sus orejas un toque de trompa
o de otro instrumento y lo veréis pararse, cambiado
el fuego de sus ojos salvajes en mirada
mansa y absorta, por el poder arcano de la música.
Por eso el poeta cantó que Orfeo arrastraba árboles
y piedras y flujos; y nada hay tan refractario y duro
cuya naturaleza no cambie la música. Si hay alguién
que sí no tenga sombra de música, ni le conmueva
un acorde de sonidos suaves, ese está dispuesto
a la traición, al fraude, al robo: son tenebrosos
los reflejos de su alma cual la noche y negros
como el Erebo: a tal hombre no se le da fe.
Escuchad la Música.
salvajes, desenfrenados por el capricho, o una horda loca
de potrancos bravíos en endiablados saltos
relinchando impedidos por natural calor de la sangre,
haced que llegue a sus orejas un toque de trompa
o de otro instrumento y lo veréis pararse, cambiado
el fuego de sus ojos salvajes en mirada
mansa y absorta, por el poder arcano de la música.
Por eso el poeta cantó que Orfeo arrastraba árboles
y piedras y flujos; y nada hay tan refractario y duro
cuya naturaleza no cambie la música. Si hay alguién
que sí no tenga sombra de música, ni le conmueva
un acorde de sonidos suaves, ese está dispuesto
a la traición, al fraude, al robo: son tenebrosos
los reflejos de su alma cual la noche y negros
como el Erebo: a tal hombre no se le da fe.
Escuchad la Música.
W. Shakespeare.
(Acto V, escena 1a.)
Perfecto!!!!!!!!
ResponderEliminarAh ta bueno. No entiendo.
ResponderEliminarJajajaja.
Bueno sí pues pero no tenía nada que decir.
Hay que vernos!!! :p